No me gustan los días grises, me deprimen, incluso físicamente me encuentro peor.
La idea de que los rayos del sol no se reflejen en mi cara absorviendo la energía que éste me proporciona, me entristece, me deja sin fuerzas...
Es entonces cuando mi mente empieza a pensar en todas aquellas ilusones borradas de un plumazo, como cuando se cierra una puerta y te golpea en las narices. Vuelven a mí fantasmas del pasado, de lo que pudo ser y no fue...
Llevo a cuestas la rutina del día a día y hoy como el cielo estoy gris. Me levanto y tú no estas, que pereza...
Mi postura no es erguida, mis hombros se encojen y yo me cobijo en mí misma.
Sólo los niños en mi trabajo hacen que en mi mirada haya un pequeño reflejo de luz y en mi cara se vislumbre una tímida sonrisa.
Vuelvo a casa exhausta, mi perro es el primero que viene a saludarme, siempre lo hace, bajamos a dar una vuelta y sigue lloviendo.
Voy a la nevera, más por costumbre que por hambre, cualquier cosa vale...
Ya en mi cama me es imposible no pensar en ti, echo de menos tus manos, tu olor, tus caricias, tus abrazos, tu boca, tus miradas, tus te quiero y tus silencios...
Espero que mañana, de una manera u otra salga el sol.
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