miércoles, 27 de enero de 2010
Castillos de arena
Es horrible sentir la desilusión en tu propia piel, y más cuando es la persona a la que quieres quien te la provoca.
Como cuando eres niña y empiezas a construir un castillo de arena en la playa,al principio lo haces a una distancia prudencial del agua, pero no es está quien te lo destroza, si no un niño envidioso que lo deja reducido a polvo con su rastrillo...
Muerta de la rabia buscas otro sitio apartado de rastrillos ajenos para contruirlo de nuevo, mimando cada detalle, su muro sólido, con su foso, el cual tiene un puente por el que entra el agua y rodea la fortaleza, sus torres, y esta vez hasta te esmeras en la decoración utilizando conchitas piedras y demás tesoros infantiles.
Perfecto es practicamente perfecto.
Yo era todavía una de esas niñas que seguía soñando con ser princesa, esperaba en lo alto de la torre a que el apuesto príncipe (que con los años se convertiría en princesa..)viniese a buscarme en su caballo blanco.
Emocionada después de ver el magnífico castillo que has construido, vas a buscar la aprobación de los adultos, y cual es tu sorpresa cuando con la mayor de tus sonrisas y cogida de la mano de papá y mamá, vuelves y ves que tu hermosa fortaleza queda reduciza a pequeños montoncitos difumidados por el agua... La desilusión se refleja en tu cara de manera imborrable, el sentimiento de pena te invade y las ganas de tirar la toalla no te dejan lugar para ningún otro pensamiento.
Pero mañana lo consrtuiré en un lugar donde no haya niños que lo destrocen, donde el agua no pueda llegar, con un muro de seguridad para que sea más fuerte y mucho más hermoso que el anterior.
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