jueves, 18 de febrero de 2010

AL FINAL DE LA BARRA


Mónica estaba harta, no entendía la razón de esos celos estúpidos. Las escenitas eran cada vez más frecuentes, Jaume no le daba tregua. Compañeros de trabajo, amigos, esto ya era el colmo, un nuevo paripé esta vez en su oficina.

Lo cierto es que la relación había degenerado bastante, el amor había pasado a ser cariño, las miradas de complicidad eran practicamente inexistentes, la rutina, la monotonía, la falta de libertad quizás por comodidad... pero la cosa no iba nada bien, y no tenía ninguna pinta de que aquello fuese a mejorar.
Mónica y Jaume habían superado muchas crisis, llevaban juntos más de siete años, y ésta era la primera vez que ella tenía claro que lo suyo con Jaume había terminado.

Al salir del trabajo Mónica tenía por costumbre echar un trago en el bar de su amiga Zaira, a pesar de que iba impecable, con su camisa blanca, el jersey colocado estratégicamente en los hombros y un trench negro que le daba un aspecto elegante,sus ojos eran tristes, estaban vidriosos y ya no brillaba con luz propia.

-No me digas nada, ¡otra vez te la ha vuelto a montar!¡ no puedes seguir asi nena!- Zaira frunció el ceño, y el cabreo se iba haciendo visible en su rostro y en su gestos exagerados.
-Se acabó Zaira- una lágrima resvaló por su mejilla- está vez no voy a luchar por algo que no nos lleva a ninguna parte.
- Tú te vienes conmigo a casa y ni se te ocurra cogerle el teléfono al capullo ese, ¡ya está bien!- Zaira nunca había hecho buenas migas con Jaume, ella era amiga de Mónica y se limitaba a respetarle.

Después de una larga conversación y alguna que otra copa de vino, Mónica se levantó para ir al baño, y sintió que alguien la observaba en la penumbra desde el fondo de la barra, a pesar de no tener su mejor día Mónica era una mujer muy atractiva, la camisa le resaltaba el escote y el pantalón le quedaba perfecto, además los tacones estilizaban su figura todavía más.

Según se iba acercando para ir al final de la barra para ir al servicio, descubrió unos ojos azules que la miraban fijamente, era una mujer morena de pelo ondulado, y rasgos indios, iba vestida elegante pero sencilla. Mónica echó una breve mirada hacia donde estaba la desconocida, pero enseguida apartó la vista.

Al salir del servicio, se encontró de frente con esos ojos azules, la desconocida estaba en la puerta,
- ¿Me permites? - dijo una voz dulce y aterciopelada
- Por supuesto - contestó Mónica algo nerviosa
Las manos de ambas mujeres se rozaron levemente un instante, un escalofrio recorrió el cuerpo de Mónica, jamás había sentido nada igual.



Continuará...

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